Estuve viendo un podcaster de una chica que salió por Santiago de Chile con una camarita de video el día que se murió Pinochet y grabó la reacción (no puedo evitar un signo de sorpresa en algunos casos) de las personas que se cruzaba por su camino.
Respuestas varias, claro, pero la de un señor de barba, sin camiseta y sonrisa de nuca a nuca más o menos, me conmovió. Dijo "ya me puedo morir tranquilo".
Yo, espero que el muerto de verdad se retuerza en la tumba.
Y, compartiendo la alegría y la fiesta (de esas no se pierde) del sector más progre de los chilenos (mejor no hablemos del otro), estaba bokser, que cámara en mano, tal vez por deformación profesional, sacó fotos hasta llenar la tarjeta como siempre. El problema fue que cuando todo se pudrió y salieron a tirar palos, sólo le dio tiempo de borrar y sacar 6. Esta de aquí es una de ellas.
Es cierto, podría haberse quedado borrando más fotos y sacando otras nuevas... pero era eso, o me lo devolvían a cachitos. Y la verdad, a estas alturas, prefiero que me lo devuelvan bien. Y sin fotos.
