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sábado, 23 de diciembre de 2006

demasiado glamour para la ruta



Queriendo aprovechar mis mini vacaciones en Chile al máximo, decidimos salir lo antes posible a la playa. Respirar aire puro, gaviotas, relax... suena bien, no?
Por supuesto, cuando uno le pone muchas ganas a algo nunca sale como lo espera.
Horcón, pueblito pesquero a 2 horas y media de Santiago, era aparentemente el paraíso cercano al que nos tendríamos que dirigir para cumplir nuestro cometido. Perfecto. No estaba lejos, pero para llegar había que hacer un par de combinaciones molestas en la ruta y confiar en la amabilidad chilena para no perdernos. Por supuesto, Diego no debía hablar (y bueno, hay un lugar en el mundo en que el acento porteño no les agrada), así que yo tuve que dedicarme a esa tarea.
Subidos ya al primero de los autobuses, y rodeados de adolescentes gritones que iban de viaje de fin de curso (esos son iguales en todas partes del mundo) a mitad de camino, se pincha una rueda. Por favor, hacerse la imagen: ruta, autobús, adolescentes. De alguna forma esas tres palabras combinan muy, muy mal.
Había que huir de ahí! Y bokser, siempre rebelde, huyó. Y a mí, que no me gusta estar sola, lo seguí.
Esperando al recambio de bus lo más alejados posible del grupo, a diego se le cae el "condimento para pizza*" (para matarlo). El libro que yo había llevado para leer, estaba ubicado en el fondo de la maleta, ese lugar donde sólo se llega cuando la desarmas. Así que sólo cabía esperar.
Y esperamos.
Y 7 horas después llegamos a Horcón. Y al día siguiente, como con un suspiro, nos pegamos la vuelta.
Y a pesar de todo, mereció la pena.

Lo peor: lo breve
Lo mejor: las almejas y las machas que comimos saliditas del mar. Agüita, chorrito de limón y pa dentro!
La lección: señora, se lo repiten todo el tiempo, pero una vez más le digo, póngase protector solar, que parece que no pero este aire de la costa es bravo...
* caro, santi, pato y romeo saben de qué hablo...