CLICK HERE FOR THOUSANDS OF FREE BLOGGER TEMPLATES »

miércoles, 11 de febrero de 2009

El descuido


Quienes lo vieran sin conocerlo demasiado dirían que estaba descuidándose. El hecho del descuido no sólo era la falta de higiene que últimamente asolaba su casa y su persona, sino la facilidad con la que se olvidaba de las cosas que eran vitales para su subsistencia, véase comer o dormir.
Quienes sí lo conocían, sabían que el cuento del despiste era un recurso frecuente que usaba cuando necesitaba huir de alguna situación poco cómoda. Pero esto ya era el colmo, una semana entera sin pegar ojo.
Nunca había preocupado tanto a sus amigos como esta vez. También sabían que cuando se enamoraba la cabeza se le iba lejos, muy lejos; pero el desamor en esta ocasión llegó tan rápido que se dejó allá la cabeza y de paso el corazón que pasaba por ahí latiendo un poco más abajo, sin tiempo de traerlos de regreso.
La pregunta que se hacían allegados y gente querida era cómo hacer para devolvérselos al muchacho.
Decidieron que uno de ellos, el más diestro en los asuntos del sentimiento, saliera a la búsqueda de los preciados apéndices y/o músculos del chico descuidado.
Le ataron un hilito al dedo meñique para que no se perdiera cuando debiera regresar, le dieron víveres y armas suficientes temiendo una batalla encarnizada y se embarcó en la ardua hazaña de la reconquista.

Lástima que el hilito que era demasiado fino se rompió. Y ahora los descuidados ya sumaban dos.